Serie Sociedades Matriarcales: Ebooks

diciembre 14, 2022 Anna Boyé

Acabo de publicar en Amazon los tres libros: Ebooks, que he editado de la serie comunidades matriarcales: la comunidad Bijagó, en Guinea Bissau, África; la comunidad Quero y la Huilloc, en Perú y la comunidad Minangkabau, en Sumatra, Indonesia. Más información aquí.

En ellos relato mi experiencia personal y mi día a día como foto-periodista y antropóloga en estas tierras de hermosura y belleza. 

Son libros de fotografía y etnográficos realizados con mucho amor y respeto. Espero que os gusten y podáis regalarlos en estas fiestas Navideñas y Año Nuevo a familiares y amigos.

La gran cantidad de imágenes les encantarán a las niñas y niños porque son fiel reflejo de otras culturas y formas de ser y vivir. Un presente para el alma!!!

Para mí, será una alegría y una ayuda inestimable para poder realizar mi labor de investigación antropológica que casi llega a los veinte años. Y sigo con la ilusión del primer día…

COMUNIDAD BIJAGÓ, 16 años después (2005-2021)

La primera vez que visité a la comunidad bijagó de Guinea Bissau en el año 2005, me encontré con una sociedad donde las mujeres eran reconocidas por su autoridad y por su habilidad en la gestión de la economía, la espiritualidad, el bienestar social y la ley. 

Tenían concierto y talento para vivir desde el amor. Una enseñanza llevada al alma por las baloberras (mujeres sagradas) y por los espíritus de luz (Irás) que las protegían de la maldad. 

Al visitarla ahora, dieciséis años después, en octubre de 2021, siento todavía ese susurro cálido que me devuelve a la existencia fraternal que recordaba. Una sensación sin par de benignidad que se asienta en mi pensamiento y me hace noble de una sola vez. Gracias por tu enseñanza y humildad, pueblo bijagó, mujeres y hombres, hombres y mujeres. 

El bien se asienta en esta comunidad que se mueve desde el corazón y fructifica en la naturaleza bella que provee el alimento a base de frutas, verduras, arroz y pescado.Y como dice Quinta, mi anfitriona, «lo que era antes, es ahora».Y Estevo, su compañero de vida, añade: «aunque las cosas van cambiando por la influencia de las nuevas tecnologías y de la capital, Bissau…». 

2005

En Etiogo el gallo canta tres veces: a las tres de la madrugada, a las cuatro y a las seis. Después el tiempo se desvanece y uno queda preso del cielo de palmeras, el mar de plantas acuáticas de tarrafe y la tierra roja de las aldeas. Amanece y el árbol de marañón se llena de cientos de pájaros catho que, con la llegada de las lluvias, hacen su nido. Una luz blanca lo ilumina todo. 

Quinta se despereza. Hay que salir pronto para recolectar el cajou, separar la semilla que trocará por arroz, machucar la fruta y esperar que fermente el zumo para hacer vino. También deberá decidir la siembra, organizar el trabajo  y cuidar de los tres hijos: Lierson, de ocho meses, Fidelia, de nueve años, y Ja, de seis. 

Quinta y Estevo llevan ocho años viviendo juntos en dos chozas, una de vivienda, otra de almacén. Tienen un jardín vallado para protegerse de las serpientes y tres huertos donde se cultiva mandioca, yuca, fríjoles y batatas. A Quinta le gusta de Estevo su fuerza física, su dulzura y su sexo: «Quien no práctica el amor, no es feliz…». Y a Estevo de Quinta su inteligencia y responsabilidad: «Sabe de las cosas de la vida, me da consejos, no me hace pasar hambre. Yo trabajo siempre para ayudarla. Soy un hombre satisfecho». 

LAS HEREDERAS, sociedad matriarcal minangkabau, Sumatra, Indonesia

Hay un lugar en el mundo donde las mujeres heredan la tierra. Un lugar en que la casa y los bienes de la familia pasan de madres a hijas y donde el linaje lo transmiten las mujeres. Un lugar donde el consenso es la base de la colectividad y la naturaleza una maestra que guía. En el oeste de Sumatra viven los minangkabau, una comunidad matriarcal de más de 4 millones de personas, cuyas tradiciones ancestrales sitúan a la madre en el centro de la sociedad. 

La comunidad minangkabau es una sociedad llena de espiritualidad y de amor cimentada en el acuerdo mutuo entre hombre y mujer con el objetivo de alcanzar el bien común para toda la comunidad. Su ética dice que las mujeres y los hombres se complementan «como uña y carne». Cooperan repartiéndose el poder y las diferentes funciones sociales, generando así una forma más igualitaria de organizar la vida. Matriarcado no es lo contrario de patriarcado, sino una manera muy diferente de articular la realidad. 

Las mujeres minangkabau heredan la tierra, la casa, los objetos ancestrales valiosos de la familia y las joyas (la pusaka o herencia alta), un legado de uso que no se puede vender. El hermano de la madre (mimi mamak) tiene la responsabilidad de proteger estos objetos para las mujeres del clan. Esta forma matrilineal de la herencia alta, que se transmite solo de madres a hijas, es el rasgo más singular de esta sociedad. 

Los hombres, por su parte, solo pueden recibir la herencia baja que consiste en las ganancias del trabajo que se realiza en la familia. De ella, siguiendo los preceptos del islam, les corresponden dos terceras partes, mientras que las mujeres reciben una tercera parte. Para las mujeres minangkabau las propiedades de la herencia alta no representan poder. Tener poder —dicen— es llegar a acuerdos con los hombres en todas las cuestiones importantes de la vida. En la cultura minangkabau se busca siempre el consenso. 

Entre los minangkabau los valores del bien común son muy apreciados. La madre trasciende el orden social y lo llena de benignidad y paz. No es solo el cuerpo que da frutos sino que el alma se vuelve profunda y siembra contenidos en el corazón de los hijos. 

En el hogar las mujeres llevan la economía pero las decisiones se toman de mutuo acuerdo entre el hombre y la mujer. Primero con el corazón y después con la razón, el mismo problema debe ser tratado de dos maneras diferentes, no solamente existen los intereses de uno u otro, sino el corazón. Esta es la base que estructura el hogar, un lugar político donde las mujeres organizan el día a día de la familia y gestionan la economía. 

COMUNIDADES QUERO Y HUILLOC, sociedades matriarcales Perú

Buscando un lugar en el cielo llegué a las montañas de Ausangate, en Cuzco (Perú). Quise ser águila y cóndor a la vez, águila porque con su vuelo enaltece la belleza y cóndor porque es vestigio de la sabiduría ancestral. 

El alma se vuelve humilde en estas tierras de pureza y calma. Pacifica el espíritu el aire amoroso que se inhala, agradeciéndoles a la Pachamama y a los aphus (espíritus) tanta belleza. 

¡Qué hermosura la de esta gente de las comunidades quero y huilloc que viven en la armonía del «ser» y en lo sagrado que supone pertenecer a su comunidad, en reverenciar la vida con sus rituales de agradecimiento al cosmos, en armonizar la dualidad de nuestra especie que se mueve en una lenta evolución hacia sí misma, y en honrar a la tierra, cuna de nuestro aprendizaje! 

Gracias, amigas y amigos, por hacer posible este largo viaje hacia mí misma. 

La comunidad quero y la comunidad huilloc son las últimas poblaciones igualitarias andinas que habitan en la provincia de Paucartambo, en el departamento de Cuzco (Perú). Son pueblos antiguos del Tawantinsuyu o imperio inca de América del Sur. 

Hasta hace unos 60 años estas poblaciones vivían escondidas y resguardaban su sabiduría y sus tradiciones. 

La sociedad inca consideraba que la tierra (pachamama), los cerros, los animales, las plantas, el cielo y los seres humanos viven relacionados en profunda armonía: Kausay Pacha. Todo tiene su espíritu, está vivo y es sagrado. Viracocha es considerado como la luz originaria, Mama Quilla es la madre luna o madre del cielo, Pacha Mama la madre tierra y la fuente femenina de la que proviene el mundo material, Mama Sara la madre del maíz o del alimento, Inti el padre sol, Illapa el dios del rayo y Mama Cocha la diosa de las aguas. 

Según la cosmovisión andina, todas las cosas existen en pares complementarios: hombre y mujer, día y noche, cielo y tierra. 

Me explica Lucía, chamana de la comunidad, que la sabiduría quero se asienta en el trabajo, la verdad y la honradez. Dice que hay que aprender de los ríos, los árboles, las rocas. Honrar a tus hermanos, a la madre tierra, al padre sol, a sus hermanas las estrellas, honrarte a ti mismo y a toda la creación… Y que cuando respiramos, al inhalar se pide a la madre tierra y a las energías del universo lo que necesitas, y al exhalar se ofrece lo que podemos dar. Es una respiración amorosa, de calma y paz. “Las tradiciones que nos dejaron los antepasados son las cosas importantes de la vida: el tejido, el cuidado de las llamas, saber compartir, la forma de contemplar la vida… En Cuzco la vida cotidiana es diferente, allí solo es importante el estudio y el futuro…”, concluye.

La nación quero es una comunidad basada en el ayllu(en una población a la casa y a la familia se las llama ayllu, pero también al conjunto de casas y familias que estructuran la sociedad), donde la energía comunal de carácter femenino-masculino vive en un equilibrio casi perfecto, y en el ayni, la reciprocidad en el trabajo, en la siembra, en el cuidado de los animales, porque «todo es uno, todos somos». En esta sociedad mujer y hombre ejercen su autoridad de mutuo acuerdo. Ambos son complementarios.