Hay un lugar al oeste de Sumatra donde el amor y la generosidad de la madre son valores respetados y queridos por todos y estructuran la esencia de una sociedad basada en el «consenso o acuerdo mutuo» entre hombre y mujer.

Un sitio donde la madre ocupa un espacio central y las mujeres reciben en herencia la pusaka, que son los bienes ancestrales de la familia que pasan de madres a hijas. El linaje es trasmitido por la mujer.

«La naturaleza es nuestra maestra», reza la filosofía del Adat, conjunto de creencias ancestrales preislámicas que rige el corazón de la comunidad minangkabau, una comunidad musulmana de más de 4 millones de habitantes.

Hasta hace poco, convivían pacíficamente estas dos tradiciones espirituales, pero la radicalización del islam y la influencia de un Estado patriarcal pretende erradicar la profunda identidad matriarcal.

Sin embargo, en esta lucha por el poder, el principio materno está arraigado con tal hondura en hombres y mujeres que penetra el pensamiento y las formas dominantes del islam, y esta espiritualidad no desaparecerá.

Hoy se casa Imel. tiene 23 años y vende leche de coco y maíz frito en el mercado de Bukittinggi.

Las mujeres de la familia están preparando la comida que se servirá en la boda. Entre los minangkabau las mujeres son las mediadoras entre las casas para el buen funcionamiento de todo.

Los alimentos se preparan con mucho cariño porque así sientan mejor y cada manjar tiene un significado diferente. El arroz y el pimiento expresan la pasión y la armonía de la cultura.

Asistirán al convite, por turnos, más de 500 invitados. Durante la ceremonia, los linajes muestran su nivel económico y su prestigio social.
“Este traje que me están poniendo”, explica Imel, es el tradicional de las bodas minangkabau. La corona pesa más de tres quilos y antiguamente era de oro.
Más tarde, mi novio y yo nos sentaremos en un trono compartido, un solo trono para los dos, y recibiremos a los invitados. Significa que somos “uno en cuerpo y alma”.

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