Mis días en la isla de Orango Grande, Guinea Bissau, III, 16 años después. Los cambios.

diciembre 23, 2021 Anna Boyé

En la tabanca (aldea), la amorosa comunicación entre la gente es la señal de identidad de la comunidad bijagó. Nindo, que es la esencia profunda de la vida, envió a una mujer a esta tierra para gestar las cuatro líneas principales del matriarcado: Oraga, Ogubane, Oracuma y Okinka

Las mujeres se reúnen en la puerta de la choza para elaborar esteras, charlar y resolver cuestiones cotidianas. Las esteras las venderán en Bissau. Después de 16 años de mi estancia en la isla de Orango la influencia de la capital ha sido mucha y hace que los  hombres reclamen más espacio para compartir las decisiones de la vida. El móvil ha llegado para quedarse y globalizar las costumbres, sin embargo las tradiciones son honradas. Las ceremonias sagradas, los bailes, el respeto a los mayores ocupan un lugar fundamental. Existe un consejo de ancianas y ancianos para solucionar los problemas graves de la comunidad.

Las mujeres desde siempre transmiten la educación a las hijas y los hijos, ahora trajinan en el campo, en la recolecta de cacahuetes, en la casa organizando la actividad de la familia y el bienestar, en mariscar ostras y berberechos, en la artesanía de las esteras y los muebles. Su voz es admirada. Los hombres pescan y elaboran el aceite de  palma, el barbestro de la tierras y los trabajos que surgen en el campo, en las islas o en la capital Bissau. Ellos quieren tener más protagonismo y así lo han manifestado…

En la comunidad bijagó las niñas y los niños pueden cursar sus estudios hasta la escuela secundaria, después tienen que ir a Bubaque (una isla vecina que acumula toda la actividad cultural) o a Bissau para seguir los estudios en la universidad. Todos los jóvenes quieren estudiar, les encanta la escuela y ven en ella una manera de mejorar su economía. Hay una mezcla de valores del pasado y la influencia de la capital, una amalgama de cambios se están produciendo en las nuevas generaciones… Se extiende el cristianismo. En la aldea de Amburucu se ha aposentado un pastor evangelista de Birmania, sin embargo las mujeres sabias “baloberras” continúan realizando todas las ceremonias sagradas… Por otro lado se está creando una organización “Tenero” para la defensa de la cultura bijagó en la que participan mujeres y hombres. 

Quinta y Estevo fueron mis anfitriones hace 16 años, también lo han sido ahora. Viven separados, él en Bissau y ella en la isla de Orango. Allí tienen una nueva casa más grande. Estevo se ocupa de sus dos hijas que estudian en la capital y vive con ellas en casa de su hermano. A mi llegada he enseñado a Fidélia la foto de cuando era pequeña. Recuerdo como cantábamos canciones juntas, dibujábamos y compartíamos momentos, para mí inolvidables.

Ella me explica que es feliz por ser mujer. Tiene 25 años y quiere ser maestra y enseñar las costumbres bijagó: la independencia de la mujer y la sabiduría de ser lider, la unión familiar, el respeto a los mayores, la libertad del ser, los bailes ancestrales y las canciones. Lierson el hijo de 17 años cursa la secundaria en la isla vecina Bubaque, Deseja la otra hija de la pareja de 19 años se ha graduado en contabilidad. 

Que feliz soy de volver a ver a Quinta que vive en la aldea de Etiogo y se ocupa de dos hijos de su hermana y dos hijos de la hermana de Estevo, Ángela. Entre la comunidad es común que los hijos se queden con quien mejor los pueda atender en la família, se vive en un ambiente comunal. A Estevo le hace mucha falta Quinta, me dice sonriendo y a Quinta se le nota en la mirada que hecha de menos a Estevo, se aman y ambos gustan de ellos, como aquí se dice… solo que las circunstancias los mantienen separados… Reflexiono sobre todo lo que estoy viviendo! 

Fotos:

En la foto Quinta y Estevo en el mismo lugar que los fotografié hace 16 años, ahora tienen una casa más grande y fuerte, todavía por acabar. A su hija Fidélia le regalo la foto de cuando tenía 9 años llevando en la espalda a su hermano Lierson.  Conceiçao la joven de Eticoga a la que le agradaba ir a la discoteca de Amburucu (en la foto con el cubo en la cabeza) ahora trabaja en la elaboración de esteras y otros quehaceres para la supervivencia: mariscar, recoger avellanas…, vive con su madre y tiene dos hijos. Se muestra satisfecha. También Eti recuerda su danza del kundere en la playa señalándose. Caetano de Pina se sorprende de ver la foto de las baloberras (sacerdotisas), la que señala con el dedo era su madre, ninguna de estas mujeres vive. Gratos pasajes del pasado que vuelve y se hace historia en unas imágenes, y como dice Sabado, la baloberra de 87 años de Eticoga, hacen bien a la comunidad!